Diego Maradona Barcelona 1984Getty

A 36 años de 'la batalla del Bernabéu' que cambió la vida de Maradona

Pregunta sin respuesta: ¿Qué hubiera sido de la vida de Maradona si no hubiera pasado a Napoli? ¿Qué hubiera sido del fútbol si Diego se quedaba en Barcelona? Si bien ese traspaso, el que cambió la vida del 10, de los napolitanos y de la Selección argentina, ya se cocinaba a fuego lento, fue la batalla ocurrida un 5 de mayo pero de 1984 la que terminó de impulsarlo.

Barça y Athletic se enfrentaban en la final de la Copa del Rey, nada menos que en el Santiago Bernabéu. El 24 de septiembre del año anterior, en el duelo entre catalanes y vascos, la artera patada de aquel criminal vestido de futbolista llamado Andoni Goikoetxea, que en 1981 había 'partido' a Bernd Schuster, le rompió el tobillo y lo sacó de las canchas durante tres meses, aunque la rehabilitación debía durar más tiempo. Pelusa iba por su revancha ante el defensor que aquel día no fue expulsado y que solo cumplió siete fechas de las 18 originales que había sido sancionado.

Pero no era el único duelo en lo que se vivía como un clásico, sobre todo después de que los bilbaínos habían conseguido las últimas dos ligas: Javier Clemente, entrenador de los Leones, defendió a su dirigido de los ataques por aquella entrada y dijo que Maradona era "un imbécil". La respuesta fue del Flaco Menotti, de ideología futbolística diametralmente opuesta, quien le avisó que "estamos preparados para jugar en cualquier terreno, incluso en el de la violencia", mientras que Diego desafiaba al DT rival: "No tiene los huevos de decirme a la cara lo que dijo sobre mí".

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La victoria fue del conjunto rojiblanco por 1-0 por el gol de Endika a los 13 minutos del primer tiempo, pero el fútbol y el título quedaron como anécdota cuando llegó el desenlace del encuentro: al finalizar, Maradona comenzó una discusión con el "Chato" Núñez y, tras varios gestos, le regaló un cabezazo que lo desparramó por el suelo. Miguel Ángel Sola, que había sido suplente, fue en auxilio de su compañero y ligó un rodillazo en la mandíbula de parte del 10, que le provocó una contusión cerebral y un corte en el labio por el que le dieron cinco puntos. De fondo, patadas de karate, piñas y más violencia, mientras el cuerpo médico de los vascos retiraba heridos del campo de batalla, todo ante los ojos de los principales directivos de la Federación y del Rey Juan Carlos, habitual invitado al palco de honor en el partido decisivo de "su" copa.

"No saben perder", disparó Clemente, en relació a los extranjeros de Barcelona y especialmente a Diego, que fue sancionado con tres meses de suspensión junto al resto de los involucrados en la pelea, aunque nunca los cumplió de forma efectiva. Aquel 5 de mayo jugó por última vez de manera oficial con la camiseta blaugrana, ya que durante la gira por Estados Unidos, en la que enfrentó al Cosmos y a Fluminense, mientras esperaba por la oferta que transformaría su vida, para dejar Barcelona y pasar a Napoli, donde sería presentado el 5 de julio ante 70 mil personas en el San Paolo y, años más tarde, lograría ser el Dios de la ciudad del sur italiano.

Diego ya no era feliz en España, luego de tres años en los que debió sufrir una hepatitis, la fractura del tobillo y donde, según revelaría años más tarde en su autobiografía, conoció las drogas. Con los catalanes solo pudo ganar una Copa del Rey, una Supercopa y una Copa de la Liga, sin llegar a demostrar por qué valía "10 palos verdes". Suspendido, distanciado del presidente José Luis Núñez, al que acusaba de no cuidarlo ante la RFEF, cansado de la violencia con la que era tratado en La Liga y el poco rigor arbitral, "La batalla del Bernabéu" fue el último empujón hacia la puerta de salida, que se transformó en su entrada a la gloria.

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