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Aprender a disfrutar

Lionel Messi había llegado al Mundial 2010 con 47 goles en 53 partidos en el Barcelona. Una locura. Pero la estadística no terminaba de reflejar su verdadera carga. Después de un 2006 en el que terminó bañado de frustración, el argentino se posicionaba como el jugador más dominante. Entrenado por Maradona, las miradas se impregnaron en él. 
De hecho, en el debut de ese Mundial, ante Nigeria, el argentino pareció obsesionado por hacer un gol, sacarse un poco de peso de encima y usar el festejo como un servicio quita presión. Una situación opuesta a lo que había vivido durante toda la temporada con su equipo en el que los goles fluían como una catarata de agua.
Ante el equipo africano, pateó once veces al arco, la marca más alta de su registro en la historia de los Mundiales. Pero no lo consiguió. La imagen de Messi y el propio Maradona lamentándose una y otra vez por los goles perdidos recorrió el mundo. La secuencia derivada en viral permite reflejar un estado emocional y psicológico. El sueño de hacer un gol se convirtió en una obsesión. Las ganas de ser se volvieron antinaturales, demasiado forzadas. El peso del nombre fue irresistible.

Alrededor de ese Mundial y en los dos siguientes que iban a venir se generó una especie de enfermiza persecución. El famoso "acá no juega como allá". Messi, de buen rendimiento en el 2010, superlativos partidos en 2014 y salvador aunque inconstante en el 2018, tuvo que cargar con exceso de equipaje. En el medio, los cimbronazos de las caídas en la Copa América 2015 y 2016, renuncia de por medio.


No todo se volvió simbólico o psicológico. En más de diez años de Messi en la Selección argentina, el debate sobre la cantidad de pelotas que tocaba, sus asistidores, la falta de conexión con sus compañeros y otros tantas polémicas fueron reflejo de un jugador que no se pudo encontrar. Hasta que las cenizas del Mundial de Rusia se volvieron fuego.
El descanso le vino bien a Messi. Porque, cuando no estuvo en los amistosos posteriores al Mundial de Rusia, Scaloni pudo probar con libertad una serie de jugadores jóvenes que servían como recambio necesario. Y, con ese grupo formado, el 10 y capitán se sumó con una idea establecida y una serie de talentos que no solo lo respetaba. Lo adoraba.
Embanderado por Rodrigo De Paul, pero seguido por Paredes, Lo Celso o Lautaro Martínez, Messi encontró frescura en un lugar que siempre pareció demasiado saturado.
Scaloni no fue un actor secundario. En la parte grupal, lo integró sin darle excesivas licencias. En la parte futbolística, le resolvió situaciones. Un centrodelantero (Lautaro) que pivotea bien y se pone a disposición. Un jugador por fuera (primero, Nico González; después, Di María) que sirva de opción contra la banda. Y un trío de internos con muy buen manejo, circulación y criterio (De Paul, Lo Celso y Paredes). De laterales, jugadores muy acostumbrados a extender el espacio y pasar al ataque.
Aunque la Copa América 2019 fue una bronca acumulada, se sintió también como una piedra funcional. Había equipo, había grupo. Y, en la Copa del 2021, Messi terminó de conectar. Golpeado y raro por el adiós del Barcelona y la extraterrestre llegada al PSG, encontró su lugar en el mundo con la camiseta argentina, encerrado por la pandemia en el predio de la AFA y viendo las mismas caras por 45 días. 
Sin darse cuenta, de manera natural y acompañado por una serie de partidos brillantes, Messi consiguió lo que nunca antes había logrado. Aprendió a disfrutar. Algo tan fácil, algo tan difícil.

Después del título en Brasil, Messi se permitió todas las licencias: siguió jugando a buen nivel, lloró de felicidad, se abrazó a la gente y se tomó todo el tiempo del mundo para que sea ovacionado. En el Monumental, en la Bombonera, en Wembley, donde ganó otro título.

Aunque por momentos la atención que le brinda De Paul, que lo sigue a todos lados, adentro y afuera de la cancha, y algún otro compañero parece excesiva, Messi se siente natural. Ya nada luce forzado, muy atrás quedaron esos 11 disparos al arco con la terrible obsesión de marcar. El 10 y capitán es la pieza más importante de un rompecabezas que está completo y necesita de todos para formarse completo y aspirar a cosas grandes.

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