El Real Madrid había ganado ya dos Champions League en los cuatro años anteriores, pero si hubo una de esas Orejonas que el aficionado al fútbol, y especialmente el madridista, recordó con especial cariño es sin duda la Novena. La final de Champions League en Glasgow entre el Real Madrid y el Bayer Leverkusen, de la que justo este viernes se cumplen 18 años.
¿Y por qué se recuerda con tanto cariño ese título en la Casa Blanca? En aquel entonces, 15 de mayo de 2002, quizás el madridismo pensaba que llegarían pronto más y más Copas de Europa después de haber ganado también las de los años 1998 y 2000. Sin embargo, hubo doce años de sequía en la máxima competición europea hasta que la Décima en Lisboa pudo eclipsar el recuerdo de Glasgow.
Pero sobre todo, si por algo se recuerda aquel título y aquel día es por el gol de Zinedine Zidane. El que le valió la Champions League ante el cuadro de la factoría alemana de las aspirinas (2-1). La volea por antonomasia del fútbol, esa que ni Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci hubieran podido plasmar siglos atrás. Con la misma plasticidad y belleza que sus obras, pero con un escorzo inédito, a la altura sólo de los genios. Butt no pudo detenerla, Michael Ballack apenas pudo ser testigo de excepción, sus compañeros de equipo ni siquiera la imaginaban, y el mundo del fútbol, asombrado, celebraba lo que se ha convertido en un icónico gesto técnico todavía nunca replicado. El mejor gol de la historia de las finales, dicen incluso.
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