En octubre, el copropietario del Manchester United, Sir Jim Ratcliffe, intentó poner fin a las especulaciones sobre el futuro de Ruben Amorim al asegurar que el exentrenador del Sporting CP contará con tres años para demostrar que es un “gran técnico” en Old Trafford. La decisión parece acertada a la luz de las señales de progreso, pero como ocurre siempre en un club del tamaño del United, los resultados son los que terminan marcando el destino del entrenador. Y con la temporada acercándose a su punto medio, aún no son lo suficientemente convincentes.
Los Red Devils mostraron otra actuación mejorada el domingo en Villa Park, pero aun así encajaron su quinta derrota en la Premier League, superados finalmente por el talento de Morgan Rogers. El resultado deja al equipo de Amorim a 13 puntos del líder, Arsenal, tras solo 17 jornadas, y a tres del Liverpool, que ocupa el quinto puesto, previsiblemente el último con acceso a la Liga de Campeones debido al alto coeficiente de la Premier League en la UEFA.
Con apenas dos victorias en sus últimos ocho partidos, el United no está mostrando la regularidad necesaria para aspirar a un regreso a la élite europea. En parte se trata de un problema de mentalidad, pero la causa principal es la falta de calidad real en la plantilla, una carencia que se ha acentuado con las ausencias de Bryan Mbeumo, Amad Diallo y Noussair Mazraoui, todos fuera por su participación en la Copa Africana de Naciones.
Amorim tampoco dispone de una plantilla profunda, por lo que sostener la lucha por la Champions siempre iba a ser una misión cuesta arriba. Sin embargo, el panorama se vuelve aún más sombrío tras la lesión de Bruno Fernandes en Villa Park. No hay que equivocarse: perder al capitán, la única constante del United en rendimiento y disponibilidad, es un golpe catastrófico que puede descarrilar la temporada y colocar a Ratcliffe bajo una enorme presión para poner fin al proyecto de Amorim mucho antes de lo previsto.








