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Breitner GFX 16:9GOAL

"Algo así normalmente no lo acepta el alemán": La gran revuelta de Paul Breitner en el Bayern Múnich

“¡Hacemos lo que queremos! ¡Revolucionarios contra la autoridad: 16:0!” Así rezaba la coreografía de los aficionados del Bayern Múnich en el partido como visitantes frente al FC Augsburg, en abril. Con ello evocaban la histórica revuelta del 19 de marzo de 1979. Aquel día, liderados por el capitán Sepp Maier y Paul Breitner, los jugadores tomaron el control: forzaron la salida del autoritario presidente Wilhelm Neudecker, abrieron el camino para el joven directivo Uli Hoeneß y, de alguna manera, marcaron el inicio del Bayern moderno.

  • Cuando el FC Bayern se rebeló contra Merkel

    Tras la era dorada de principios de los años setenta, con tres conquistas consecutivas en la Copa de Europa, el FC Bayern entró en una profunda crisis deportiva y económica. En medio de la desesperación, el presidente Wilhelm Neudecker creyó ver una única salida: recurrir a Max Merkel. El legendario técnico austríaco había guiado al TSV 1860 y al 1. FC Nürnberg a títulos de liga en los sesenta, aunque con métodos tan polémicos como inflexibles. Su apodo lo decía todo: “El látigo”.

    No sorprendió, entonces, que las estrellas del Bayern se resistieran a la idea de quedar sometidas a las duras exigencias de Merkel. Tras un doloroso 0-4 en casa contra el Arminia Bielefeld, llegaron a un acuerdo con Neudecker: si el equipo lograba al menos tres puntos en los dos siguientes duelos fuera de casa, ante el Eintracht Braunschweig y el Borussia Mönchengladbach, el entrenador interino Pal Csernai continuaría en el cargo. De lo contrario, aceptarían la llegada de Merkel.

    Antes del primer partido decisivo, las cosas pintaban mal: Sepp Maier y Paul Breitner estaban enfermos, mientras Karl-Heinz Rummenigge arrastraba una lesión. Aun así, el trío clave se las ingenió para salir al campo. El equipo resistió y empató 0-0, un resultado que con la regla de los dos puntos mantenía viva la esperanza de cumplir el pacto. La alegría fue enorme al final del encuentro. Pero la decepción y la rabia lo fueron aún más cuando los jugadores descubrieron que Neudecker y Merkel ya habían firmado el contrato a espaldas del vestuario.

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  • Bayern Choreo

    Breitner y Hoeneß devolvieron al FC Bayern a la élite del fútbol

    “Sepp y yo fuimos al equipo y dijimos: Con nosotros no”, recordaría años más tarde Paul Breitner. Respaldados por los otros 14 jugadores de la plantilla, se plantaron esa misma noche ante Neudecker: si rompía el acuerdo y Merkel asumía de inmediato, el plantel iría a huelga. Sorprendido por una reacción tan contundente, el presidente terminó dimitiendo tras 17 años en el cargo. Merkel nunca llegó, Csernai se mantuvo en el banquillo y el Bayern selló un espectacular 7-1 contra el Borussia Mönchengladbach en el partido decisivo, haciendo irrelevante la meta de los tres puntos.

    “Eso era algo inédito en el fútbol alemán”, explicó el entonces joven Breitner, de 27 años. “Que nos rebeláramos contra el entrenador y, por extensión, contra el presidente; que adoptáramos caminos revolucionarios… eso normalmente el alemán no lo acepta”. El escándalo público fue enorme, pero la revuelta ya no tenía marcha atrás.

    Ese mismo verano, Sepp Maier tuvo que poner fin a su carrera tras un accidente automovilístico. Breitner, como líder natural, heredó el brazalete de capitán. Su amigo de la infancia, Uli Hoeneß —de la misma edad y forzado a retirarse prematuramente por una grave lesión de rodilla— ocupó desde los despachos el vacío de poder dejado por Neudecker, convirtiéndose en el directivo más joven de la Bundesliga.

    Juntos devolvieron al Bayern a lo más alto. Breitner guió al equipo en una sociedad brillante con Karl-Heinz Rummenigge, la famosa dupla “Breitnigge”, que conquistó dos títulos de liga. Al mismo tiempo, Hoeneß cimentó la recuperación económica con fichajes estratégicos y acuerdos comerciales visionarios.

  • Mao

    Breitner se retito de la selección alemana y se dejó fotografiar frente a un retrato de Mao

    En la final del Mundial de 1974, Paul Breitner y Uli Hoeneß todavía compartían el campo. Ya entonces, Breitner proyectaba la imagen de un rebelde. En lo externo, con su melena y barba que evocaban al revolucionario latinoamericano Che Guevara, recordaba también al brasileño Sócrates, otro futbolista de espíritu inconformista en la década de 1980.

    Pero su rebeldía no se quedaba en la apariencia. Sin ser el encargado oficial, tomó la responsabilidad de ejecutar el penalti que significó el 1-1 parcial frente a los Países Bajos. Y, con apenas 22 años, abandonó la selección nacional al descubrir que las esposas de los jugadores no habían sido invitadas a la fiesta de celebración tras conquistar el título, aunque tiempo después daría marcha atrás a esa decisión.

    La vida de Breitner estuvo marcada por esas contradicciones. Primero posó bajo un retrato de Mao Zedong sosteniendo un ejemplar en alemán de Pekín Informa. Después del Mundial de 1974, sin embargo, fichó por el Real Madrid, emblema del establishment europeo e instrumento propagandístico del dictador español Francisco Franco.

    La revista Der Spiegel lo definió alguna vez como “un rebelde de izquierda con Maserati y piscina”. Y es que, al igual que Hoeneß, Breitner aprovechó las primeras formas de comercialización del fútbol para enriquecerse: actuó en películas, firmó contratos publicitarios —incluso con McDonald’s— y convirtió la polémica en su marca personal. Lo esencial era siempre lo mismo: provocar, polarizar, y hacer lo que le viniera en gana.

  • Después de retirarse, Paul Breitner no dudó en confrontar al FC Bayern

    Tras tres temporadas en el Real Madrid y un breve paso por el Eintracht Braunschweig, Paul Breitner regresó en 1978 al FC Bayern, donde estallaría la histórica revuelta. Con apenas 31 años, puso fin a su carrera activa en 1983. Tiempo después, el club lo incluyó en su Salón de la Fama y lo describió en un comunicado oficial como: “Excéntrico, revolucionario, testarudo, un rebelde incómodo… un futbolista que dividía opiniones.”

    Fiel a esa definición, Breitner mantuvo su espíritu combativo incluso después del retiro. Como columnista, no dudó en criticar con dureza a su antiguo club y, en particular, a su viejo amigo y entonces poderoso dirigente, Uli Hoeneß. Esa fricción deterioró su relación, aunque más tarde volvería al Bayern como embajador de marca. Karl-Heinz Rummenigge lo resumió con franqueza: “Quizá se habló un poco fuera de su propia carrera. Pero Paul siempre fue auténtico, un exótico, un poco loco, aunque también siempre interesante.”

    No es casualidad que en la coreografía 16:0 de los aficionados, Breitner apareciera retratado de forma icónica: con su estilo inconfundible, puro en boca. Probablemente, cubano.