En 2004, el fútbol femenino no estaba en el lugar que está ahora. Había una cobertura mediática limitada, una grave ausencia de transmisiones y pocas oportunidades para que sus atletas fueran profesionales a tiempo completo. Detectar oponentes, entonces, no era nada fácil y sin embargo, cuando Australia se preparó para enfrentarse a Brasil en los Juegos Olímpicos, el plantel de las Matildas tenía pleno conocimiento de la gran amenaza de la que debían estar al tanto. Se trataba de una joven de 18 años llamada Marta.
Centrarse en una jugadora no era algo que el equipo hiciera habitualmente antes de un partido. “¿Por qué estábamos grabando un video sobre ella y analizando su juego específicamente? Eso fue un poco único”, recuerda Sacha Wainwright, ex defensora de Australia. “Normalmente no nos centrábamos en jugadoras individuales como tal, tal vez un par de estadounidenses y luego estaba Marta. Creo que solo tenía unos 10 o 15 partidos internacionales en esa etapa”.
Las razones de tal énfasis se hicieron evidentes rápidamente. A los 34 minutos, Marta recortó hacia dentro desde la derecha y encontró el fondo de la red con su letal pie izquierdo, tal como temía el cuerpo técnico de Australia. "Estábamos alerta, principalmente tratando de contrarrestarla en ese partido, y no funcionó", se ríe Wainwright.
En los últimos 20 años, Marta ha hecho inútiles los esfuerzos de muchas otras defensoras con un talento sobrenatural que deja a pocos cuestionando su condición de mejor jugadora de la historia del fútbol femenino. Ahora, con 38 años y en sus sextos y últimos Juegos Olímpicos, tuvo la oportunidad de ser dorada en la final ante Estados Unidos, después de perderse dos partidos por una suspensión que parecía destrozar la ilusión.