Por Jhon Guiñan
Todavía retumban las palabras de Andrés Guardado en la previa del debut de la Selección mexicana en la Copa Oro. En aquella oportunidad, el capitán del Tri habló del bajo nivel de exigencia que hay en los torneos de Concacaf, justo cuando le consultaron si al Tri le convendría jugar en Sudamérica.
"Ya lo han dicho muchos de mis compañeros, el mismo Tata el otro día. Está claro que el nivel de exigencia en Copa América es mayor que el de Concacaf, con todo el respeto que se debe de tener. No podemos cambiar la geografía en la que nos tocó jugar. Hay que ganarlo", expresó el Principito.
Siempre se ha dicho que la Selección mexicana es el grande de la zona, pero nunca quedó claro qué tan amplia era la diferencia con respecto al resto de los rivales. Y básicamente porque el equipo, en ocasiones, tropezaba en partidos relativamente sencillos, que no suponían mayor dificultad.
El gigante de la Concacaf, por ejemplo, no podía permitirse pasar 13 años sin ganar en Trinidad y Tobago. Y mucho menos 44 años sin vencer a Estados Unidos, su eterno rival, en condición de visitante. Tampoco fracasar en la Copa Oro 2017, al margen de que no la disputó con sus figuras.
Todo eso quedó atrás. Actualmente el equipo juega con la personalidad de quien se sabe superior a su rival. Ante Estados Unidos, en el amistoso correspondiente a la Fecha FIFA de septiembre, el equipo se impuso con una autoridad impresionante, que le permitió ganar por 3-0 en el MetLife Stadium.
Las palabras de Guardado son el compromiso que tiene la Selección mexicana de ahora en adelante: asumir la condición de favorito y cargar con la responsabilidad de ganar siempre en la Concacaf. El martes, ante Argentina, es una buena oportunidad para demostrar a qué nivel se puede competir.