David Silva SpainGetty

El nuevo Silva, a las puertas de su último Mundial: “Cambié mi perspectiva de la vida”

Es el último Mundial de Andrés Iniesta. El hombre que dio a España la corona en Sudáfrica dirá adiós desde Rusia. Todo el planeta lo sabe, y escruta cada uno de sus últimos movimientos midiéndolos milimétricamente como si se tratara de una partida de ajedrez, una entrevista de trabajo o una primera cita de Meetic. Sin embargo, hay otro internacional español que también escribirá sus últimos renglones en un Mundial este verano, y que, al igual que el de Fuentealbilla, también fue clave en este revolucionario combinado que instauró una dinastía roja y amarilla entre 2008 y 2012. Se trata de David Silva.

Pero a diferencia de Iniesta, Silva se despedirá desde su habitual segundo plano. Alejado de los focos mediáticos. Desde la sala de máquinas de La Roja, el canario es quien marca las directrices pero, como si de un copiloto de rallies se tratase, luego los que descorchan el champán a los ojos del mundo son otros. “No me ha importado nunca estar apartado mediáticamente. Hago pocas cosas, porque prefiero estar tranquilo, dedicarme a jugar. No me gusta mucho estar siempre en prensa. Luego los números salen, cierto. Pero bueno, también tienes más repercusión cuando juegas en un equipo que en otro, por ejemplo. Es así toda la vida”, comenta el centrocampista del Manchester City en un reducido encuentro con periodistas -entre los que se encuentra Goal-.

Desde esta inusual cercanía se percibe un Silva efectivamente desconocido para la gran masa. Un hombre encerrado aún en el escaparate de un chico, aparentemente tímido bajo la visera de una gorra calada hasta casi las cejas. Pero la apariencia engaña. David tiene las cosas muy claras después de sumar 32 años, y una vez se ha hecho un nombre en el fútbol. De ahí que, aunque no acostumbre, cuando desenfunda el sable es igual de certero que sigiloso en sus análisis futboleros. “¿Si me siento más valorado en Inglaterra que en España? ¡Por supuesto! Porque allí llevo 8 años en un equipo que todos los años ficha por crecer y siempre he jugado. Allí la gente me quiere mucho”, espeta con una sonrisa pícara, sabedor de que su dardo ha impactado en el blanco del cuestionador. Nunca sabremos si su concurso en la segunda división de los medios es causa o es consecuencia de su poca voluntad de encontrar un ascenso, sea como fuere. 

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Pero donde coincidirán todos es en que es impropio semejante sigilo en torno a un jugador que lleva doce años en la selección española, con más de 120 partidos a sus espaldas, y siendo uno de los máximos goleadores en este mismo tiempo. “Nunca me imaginé una trayectoria como la que he tenido: ganar dos Eurocopas y un Mundial. No se lo imagina nadie”, dice el mago canario. “Este es mi tercer Mundial. Habría firmado este balance antes de empezar, vamos: con uno ganado y otro eliminado”. Sin embargo, no sólo son las formas, sino también el fondo. Silva no reluce únicamente por los títulos, sino por la influencia en ellos. “Siempre me sentí muy importante. En el Mundial no jugué tantos partidos, pero bueno, llevo 120 encuentros en este tiempo. Creo que he marcado muchos goles, dado asistencias… no me puedo quejar. Lo hubiera firmado antes de empezar aquí. Estoy muy contento”, reconoce. Mientras algunos lucen un McLaren con el motor de un Dacia, David Silva es de los que esconden un motor Mercedes bajo la apariencia de un utilitario.

Eso ya lo intuyó el seleccionador Aragonés allá por 2006, tras regresar de Alemania con las manos vacías de éxitos. “Luis me lo dio todo, porque me dio la confianza y me llamó con 20 años, sin ponerse nervioso. Del Bosque siguió la generación, lo hizo muy bien, manteniendo la columna vertebral. Julen me ha demostrado una confianza increíble. He tenido mucha suerte”, reconoce poco antes de ser él mismo quien desgrane a los que han sido sus técnicos en este tiempo: “Cada uno es diferente. Cada uno tiene su librillo. Julen es más cercano a los jugadores. Trabaja mucho la táctica: presión, salida de balón… Eso es bueno. Los entrenadores van innovando, es gente más joven, el fútbol cambia, y lo hace en todos los sentidos”. Pero no sólo cambia el fútbol, sino también los futbolistas. Le pasó al propio David también.

Entre Julen y Pep Guardiola han construido un nuevo Silva, en lo que es su madurez deportiva. Justo cuando parece que te queda menos por aprender de lo que ya tienes archivado en el disco duro, ahora Silva es un medio bastante más goleador de lo que era en sus inicios. Antes sólo manejaba el capote, ahora también la espada. “Una clave es que presionamos más arriba, por ejemplo. Y también he cambiado mucho de posiciones. Ahora juego en el centro del campo, pero atacante, llegando al área. Estoy muy cerca de la portería. Antes me dedicaba más a construir. Guardiola me dijo en Manchester que tenía que marcar más goles, que tenía que jugar más arriba y dejar a los de atrás que intenten construir y yo quedarme arriba, que soy más peligroso. Él me ha ayudado a eso. Y aquí con España también, al lado de Lopetegui, por eso tiro más hacia adelante y no bajo tanto a construir. Eso también me ha ayudado a ser más goleador”, analiza. Pese a no prodigarse en los medios, cuando habla puramente del juego, Silva encuentra acomodo donde creía ser un extraño. Merece la pena escucharle. Si estuviese más cerca de los micrófonos, ya tendría un púlpito con su nombre. Sin duda.

Sin embargo, abandonará el Mundial por la rendija que dejen otros futbolistas más ‘populares’ que él. Pero lo hará igualmente sin remordimientos. Con naturalidad. “Me gustaría poder aprovechar Rusia al máximo. Un Mundial es una pasada. Me gustaría vivirlo bien. ¿Y la EURO? Bueno, poco a poco, a ver cómo me siento. La clasificación ha ido muy bien, me he encontrado bien. El día que no me encuentre bien, o que el míster no me llame, levantaré la mano”, dice sin ruborizarse. Donde otros hubieran pedido una alfombra roja, Silva sólo pretende no engañar al fútbol, con el que ha mantenido una sincera relación desde hace muchos años. Así de sencillo.

Ante el impacto de semejante naturalidad entre los presentes, David reconoce que siempre fue así, pero que su reciente paternidad también le obligó a ver la vida con otros ojos diferentes. Los problemas que su hijo recién nacido tuvo que doblegar por prematuro no se podían borrar ni con una nómina astronómica, ni con fama, ni con portadas de periódicos, ni con goles o asistencias. “En estas últimas fechas aprendí a darle prioridad a cosas. A las sencillas. Que antes no lo hacía. A cambiar la perspectiva de vida. Pasan cosas que te obligan a ello. El fútbol es importante, porque ha sido toda mi vida. Pero antes de que me pasara esto, es cierto también que ya voy teniendo una edad, y la experiencia te da un poco de tranquilidad de todas formas. Eso ayuda. Porque cuando eres más joven, lo ves de otra manera”, explica con una sencillez y honestidad brutal. Ni Andrés Calamaro. El nuevo David Silva dice adiós al Mundial que recién empieza. Y lo hará además con el mismo sello que siempre ha estampado desde que se calzó las botas de tacos: el de la elegancia.

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