Antes de afrontar una batalla como la del miércoles en Belo Horizonte, Marcelo Gallardo tenía claro que su equipo, primero, tenía que recuperarse de la cabeza y volver a sentirse bien: volver a sentirse River. Se esperaba que guardara a los titulares y plantara un once alternativo, pero el DT se la jugó y puso todo ante Vélez, con el objetivo doble de volver a ganar en el Torneo de la Liga Profesional y levantar el ánimo de un grupo que necesitaba creer en sí mismo otra vez. Y la apuesta al Muñeco le salió bien.
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De arranque, el Millonario salió a ensayar lo que probablemente querrá imitar contra el Mineiro en Brasil; presión alta y asfixiante, laterales adelantados y juego directo. Así, antes del minuto de partido, llegó la primera chance clara en los pies de Braian Romero, que no pudo batir a Lucas Hoyos. Al margen de algunas jugadas aisladas, el local se desinfló rápido, bajó la intensidad y hasta tuvo que intervenir un par de veces Franco Armani para desactivar el riesgo en su arco.
En el complemento, el partido cambió de sintonía con el gol tempranero de Enzo Fernández, a los 50’, tras un penal que le cometieron a Milton Casco. El defensor fue protagonista unos minutos más tarde con una asistencia larga para Romero, que definió cruzado y apenas desviado. Aunque estuvo lejos de su versión premium, River recuperó la confianza y se lo notó más cómodo dentro de la cancha, más allá de algún sobresalto. Y hasta la fortuna estuvo de su lado: en tiempo cumplido, Miguel Brizuela se resbaló y le dejó servida la pelota a Romero, que esta vez no perdonó.
Pese a que el funcionamiento no fue superlativo como a principios de semestre, el equipo de Gallardo volvió a sentir que cuando quiere, puede. Los tres puntos lo volvieron a meter en la discusión del campeonato local y, lo más importante, le devolvieron la confianza a un River que el miércoles se juega todo en la Libertadores.