Wanchope Abila Boca Juniors 11022018Getty Images

Los motivos por los que Guillermo no elige a Wanchope

"A Wanchope lo traigo yo". La frase de Daniel Angelici evidencia una realidad que, a más de un mes y medio de su arribo a Boca, toma cada vez una relevancia mayor. Ramón Ábila llegó para ser el reemplazante de Darío Benedetto y, en estas primeras tres fechas desde que se reanudó la Superliga, apenas sumó 28 minutos ante Temperley. Mientras Guillermo Barros Schelotto busca variantes para un equipo que gana sin lucirse, el exgoleador de Huracán sigue sin ser ni la primera opción ni la segunda: ante Banfield, ni al banco.

"Llegó con una lesión y está trabajando para estar en su mejor versión. Genera expectativa, tiene un buen pasado como para confiar en él". La explicación del Mellizo es al menos escueta y para intentar comprenderla vale una lectura entre líneas, de la cual se desprenden dos interpretaciones sobre la ausencia del delantero: una exclusivamente futbolística y la otra, no tanto.

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La primera tiene que ver directamente con lo que puede aportar Ábila a través de sus características contra lo que el DT ya tiene probado con Walter Bou. El ex-Gimnasia colabora con una mayor movilidad y siempre intenta asociarse de primera con sus compañeros, descargando rápido para la subida de los laterales o con los otros delanteros que llegan de frente al área. Wanchope, en cambio, es más posicional, aporta presencia en el área pero, al mismo tiempo, obliga a jugar a los demás para él, algo a lo que el funcionamiento del Xeneize no está acostumbrado.

La segunda responde directamente a lo que observa el cuerpo técnico sobre el futbolista. Si algo dejó en claro Guillermo desde que llegó al club es que no se casa con ningún jugador y que la potestad para armar y desarmar el equipo es enteramente suya. Lo hizo con Osvaldo, con Orion, con el Cata Díaz... Pesos más pesados que un refuerzo que nunca pidió y que, además, no cuadraba con su idiosincrasia: si por él hubiese sido, se quedaba con lo que tenía.

La ausencia ante el Taladro profundiza lo que Barros Schelotto intenta ocultar desde el discurso pero que refleja con sus acciones: que Ábila corre bien desde atrás en la consideración y que tendrá que demostrar con los pocos minutos que le den.

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