El fútbol permitió tener especialistas en los diferentes elementos que se conjugan durante cada partido y, muchos profesionales, llegaron a ser realmente valorados gracias, sobre todo, a una sola de sus habilidades en el terreno de juego. Los penaltis son, quizás, la más preciada de todas esas cualidades pues, regularmente, acaban siendo situaciones totalmente decisivas durante una gran cantidad de partidos a lo largo de una trayectoria. El lanzador, puede tener su propio ritual, pero jamás acertará siempre. El portero, igualmente, puede ser especialista y haber analizado al detalle cada lanzamiento rival y, aun así, va a acabar desistiendo en algún momento.
Me viene a la mente Sergio Goycoechea, cuyas paradas hasta en cinco penaltis durante el Mundial 1990, permitieron a Argentina llegar hasta la finalísima… pero allí perdieron por un penalti que no pudo blocar. El germano Kopke y el brasileño Diego Alves actualmente, son dos referentes más de cómo esa capacidad puede acabar marcando diferencias abismales y curtirte una gran trayectoria. Y, desde luego, en el Mundial de 2014, el neerlandés Tim Krul se hizo famoso planetariamente por su habilidad para despejar penaltis en las tandas clave que permitió avanzar a los Países Bajos.
Y, sin embargo, cada penalti acaba siendo diferente y, por ende, pese al análisis más detallado, siempre se acaba llegando a la misma base: Un penalti bien lanzado, es imparable. Natxo Palacios-Huerta, profesor vasco en la London School of Economics, fue uno de los que ayudó a que el propio Krul reventara el carismómetro aquellos días mundialistas, pues ayudaba a la selección holandesa a desarrollarse en esa especialidad, los penaltis. El matemático español usa una teoría basada en la que utilizan en la película ‘Una Mente Maravillosa’, donde juega con las interacciones entre incentivos y los procesos de decisión, así como las estrategias más utilizadas y el comportamiento que se prevé en cada caso. Su idea, acabó llamándose “La teoría de Nash”.
Allá por 2003, publicó cómo esa teoría se aplicaba al fútbol. ¿Cómo? Recogió en video 1400 penaltis donde se evidenciaba que las dos predicciones funcionan bien estadísticamente. Una, que los disparos son aleatorios, es decir imprevisibles. Y otra, que los zurdos suelen tirar a su zona, llamada natural, es decir, a la izquierda del portero. Como los diestros suelen hacer lo miso a su derecha, hay un equilibrio que, sin dudar, asegura que el 80% de los penaltis son gol y sólo el 20% de fallan. El mérito de Natxo es que encontró cómo alterar ese equilibrio y ser clave en máxima tensión, pues utilizó su teoría con el Chelsea, en la final de Chamions 2008 ante el Manchester United. Avram Grant, el míster blue aquella noche en Moscú, lo contó años después: “Natxo no quería que Anelka fuera el lanzador, que prefería a Essien y Carvalho, pero ellos no dieron el paso para atreverse a disparar. Un imponderable que ni a Nash se le hubiera ocurrido en sus fórmulas”, aseguró hace años en Informe Robinson.
En ese mismo programa, Michel Vorm, el portero suplente de Paises Bajos en la Final del Mundial 2010 ante España, dejó claro que tenían todo estudiado si llegaban a penaltis: “Tenía conmigo los lanzamientos de todos los españoles. Los sabíamos todo”, apuntó, aunque por cuatro minutos, Iniesta se encargó de desarmarlo.
Pero, como penaltis siempre hubo y habrá (con el VAR tenemos muchos más), siempre existieron auténticos especialistas en la materia, aunque los cinco primeros de la historia pueden sorprender a más de uno.

Le Tissier (50 disparos – 49 goles – 98% efectividad)
El dios eterno del Southampton y genio incomprendido en el fútbol inglés de los 90, es el mejor lanzador de paneltis de la historia por su porcentaje de acierto tras lanzar 50 penaltis y sólo fallar uno. Con potencia, colocación, golpeo fino pero seguro y efectivo, una rotunda eficacia basada en una estrategia fielmente detallada: “La principal clave para lanzar penaltis es mantener la concentración. Y para mí era un placer. Cuando había un penalti era lo mejor. Era mi oportunidad de marcar gol. No pensaba en lo que podía perder. No puedes ir con esa actitud a lanzarlo. Estaba seguro de mi capacidad, pues disparaba potente con el empeine. Golpeaba la pelota fuerte y nunca hacia el medio porque es muy arriesgado. Era mejor disparar a un lateral. Así el portero no podía atraparla. Elegía un lado antes de empezar a correr. Normalmente disparar a la izquierda del portero era mi preferencia. Pero le miraba mientras corría. Y si se movía demasiado pronto, cambiaba la dirección del disparo en el último instante”, declaró Le Tissier en ElEnganche.es. Nadie pudo jamás superar sus cifras de escándalo.

Mendieta (34 disparos – 31 goles – 91,18% efectividad)
El centrocampista vasco que triunfó en Valencia, pasó por el Barcelona y se apuntó uno de los traspasos más millonarios del mercado al aceptar a la Lazio, siempre quedará para la leyenda como un auténtico genio en el lanzamiento desde el punto de penalti. Falló sólo tres en toda su carrera, donde anotó 31 de los 34 momentos donde asumió el liderazgo. Siempre se recuerda su carrera frágil, a ritmo lento y su mirada alta con la cabeza esperando un gesto mínimo del portero que, siempre, acababa por vencerse a uno u otro lado. Tensión máxima, nervios de acero y una total solvencia a la hora de acometer riesgos. Marcó en finales de Champions ante Oliver Kahn (en dos ocasiones ese día) y ante Barthez en la Eurocopa 2000. Es decir, no le temblaba ni en días clave. Gaizka es el mejor español, de largo, en este aspecto y será difícil que alguien se le acerque.

Juninho (32 disparos – 29 goles – 90,63% efectividad)
¿Se puede ser el mejor lanzador de faltas de la historia y también el mejor en penaltis? Pues, sin duda, el que más cerca está de contemplar esa posibilidad es Juninho Pernambucano. El brasileño es, con los porcentajes en la mano, el futbolista que mayor rédito sacaba a cada jugada a balón parado pues si en faltas está catalogado como el más productivo, ya que marcaba de manera directa pero también generaba goles de manera indirecta, cuando le tocaba ponerse delante del portero para rematar desde el punto de penalti, solía tener una tremenda regularidad. Falló sólo tres en toda su carrera con Brasil y con el Lyon, donde ahora sigue siendo, incluso como director deportivo, la leyenda que más brilló jamás en el cuadro galo.

Batistuta (32 disparos – 28 goles – 90,32% efectividad)
Si tuviéramos que utilizar sólo una palabra para definir cómo era el disparo de Gabriel Batistuta, quizás sería un sinónimo de romper la pelota, destrozarla, machacarla y desdoblarla, porque el goleador que tanto brilló en los 90, era un rematador portentoso por potencia pura. Así lo hacía siempre que podía con partidos en juego y así lo recalcaba cuando le tocaba acudir al punto de penalti. Sorprende verlo en la lista porque nunca habríamos imaginado que lanzara tan habitualmente en estas lides ante el portero, pero apenas falló cuatro veces en su prolífica carrera. Enorme efectividad para, con permiso, uno de los mejores delanteros goleadores que jamás han visto mis ojos tanto en River como en Boca como en la Fiorentina, en Roma y, desde luego, de albiceleste.

Bergkamp (38 disparos – 34 goles – 89,47% efectividad)
‘Iceman’ tenía todo el talento de cara en sus pies, pero mucho más sereno, equilibrado y productivo aun en su cabeza. El neerlandés siempre pasó a la historia por su incapacidad para volar a los partidos que se jugaban a largas distancias, por sus controles abrumadores en el mítico Highbury de los ‘Invencibles’ y por su golazo en el Mundial 1998 con un control sublime que aun buscan los argentinos… pero además de sus lindezas con la pelota, era un especialista cuando la sangre se congela y toca sacar rentabilidad a toda su categoría. Un futbolista de categoría, de anuncio, de etiqueta, al que también podríamos tachar de casi intocable cuando asumía el liderazgo para definir penas máximas. El top 5 lo cierra Dennis.
* Los porcentajes, clave para definir quién es el mejor lanzador, están tomados sólo de partidos oficiales donde lanzaron penaltis (no encuentros amistosos, de pretemporada ni de carácter no profesional).