Jorge SampaoliGetty

Los esquemas tácticos de Sampaoli

Los 43 partidos invictos de 9 de julio de Arequito fueron el cuco de esta historia. La diferencia de poder económico era muy difícil de suplir entre Alumni de Casilda y ellos. Fue la temporada 94/95 y Jorge Sampaoli todavía no ponía tres delanteros, pero sí les hablaba desde la pasión descontrolada a un grupo de pibitos que daban pelea. El equipo era intenso y el dibujo 4-4-2. La lucha era a puro corazón porque el equipo de la capital nacional de la soja tenía mejores futbolistas. Aún así, ese era el primer paso, hace 23 años, del obsesionado por el juego que llegó a la Selección argentina.

El siguiente paso fue Argentino de Rosario y ahí Sampaoli no quiso privarse de ninguna de las ideas. Todavía algunos recuerdan las entrevistas en que, con el pantalón de River, anunciaba que había que seguir los modelos de Ajax y de Milan , siguiendo los estilos de Louis Vaan Gaal y de Arrigo Sacchi. Para esos años, el Zurdo intentaba con tres defensores y ya iba en busca de los tres delanteros. El Newell's de Marcelo Bielsa era un diccionario clave.

Es probable que el gran salto de su carrera lo haya dado Sampaoli cuando arribó a O'Higgins.  Ahí, con Bielsa totalmente de moda en Chile, empezó a usar el 3-4-3. En ese plantel empezaron a aparecer nombres que conformarían su Chile campeón de Copa América.  Jean Beausejour era el puntero izquierdo y en el equipo también estaba Fuenzalida. Nico Diez, argentino que conformará el cuerpo técnico, era el interior izquierdo.

El artículo sigue a continuación

La U de Chile, equipo donde aparecieron los tres títulos de liga y la Sudamericana, fue el que incorporó la idea del falso nueve que terminó siendo el detalle más llamativo del Chile campeón de 2015. Rotando entre un 3-4-1-2 y un 3-4-3, Lorenzetti comenzó a explotar la posición que Barcelona de Pep Guardiola ponía evidencia como el traje perfecto para Lionel Messi. Eduardo Vargas y Gustavo Canales, delante, la rompían. El mediocampo empezaba a tener el sello más importante: Charles Aránguiz, Marcelo Díaz -de Selección- y Guillermo Marino eran el motor de un equipo con brillo.

Chile fue manteniendo la base del falso nueve y los tres interiores, aunque rotando en la cantidad de defensores. En muchos casos, se trató de una línea de cuatro atrás con Gary Medel como alma. Pero, en la final contra Argentina, por ejemplo, optó por retrasar a Díaz y mandarlo de líbero. Sin dudas, la clave de ese equipo era el mediocampo de Díaz, Aránguiz y, sobre todo, Arturo Vidal. Delante, Jorge Valdivia veía jugadas y desequilibraba. Alexis y Vargas sellaban las historias. Claudio Bravo, arquero y prácticamente líbero, daban el primer pase.

Sevilla fue su etapa más flexible. No repitió esquemas y optó por la movilidad en las posiciones. Pocas veces repitió formación y los jugadores fueron teniendo picos según la temporada. Supo ser un conjunto horizontal y de posesión, con Steven Nzonzi y Samir Nasri como manijas. Últimamente, optó por ser más vertical y es por eso que se lució Joaquín Correa. En general, el esquema favorito fue el 3-4-3. También usó mucho el 3-5-2.

Anuncios