ANÁLISIS
Neymar Da Silva ha reaparecido en 2017. Tras un 2016 para olvidar, regresó por sus fueros e incluso ofreció la que probablemente fuera su mejor actuación como jugador azulgrana en la remontada al PSG, su mayor obra desde que se enfundó la casaca barcelonista en 2013. Aquel partido demostró que el Barcelona tiene lo que quería, un futuro líder en ciernes a la espera de que su ídolo Leo Messi le ceda la batuta del equipo como hizo frente al equipo francés. De hecho, en los contadísimos partidos en los que el rosarino no ha estado enchufado siempre ha aparecido el brasileño.
No obstante la carrera del brasileño sigue marcada por la acusación de DIS, pendiente de resolverse ante el juez, ello no ha afectado a un Neymar que sigue creciendo en cada temporada que pasa, demostrando que aun teniendo un juego muy distinto al de Messi, los buenos jugadores se entienden en un santiamén. Ney ofrece, además, un saber estar admirable pues siendo el líder de la selección brasileña acepta sin rechistar que en el Barcelona no hay otro amo del vestuario que el rosarino.
Pero él ejerce como su lugarteniente de más confianza. Ha dicho infinidad de veces que prefiere quedarse en el Barcelona de Messi que convertir a cualquier otro club en el equipo de Neymar para frustración de PSG, Manchester United y hasta Real Madrid, tres de los poquísimos clubes que podrían incorporarle. Pero hace exactamente once meses vinculó su destino al del Barcelona, firmando una renovación que le vestirá de azulgrana hasta 2021, cuando contará con veintinueve años, precisamente la edad que hoy tiene Messi.
Si mantiene esta progresión probablemente no alcance el rendimiento ni el palmarés que presentá el rosarino en su hoja de servicios. Pero es imposible imaginar cuál puede ser el techo del futbolista con mayores condiciones para desbordar que existe actualmente en el panorama futbolístico internacional.
