James Quintero

James Rodríguez y Juanfer Quintero, una amistad de PlayStation

Pilar quería que estuvieran adentro. Que les quedaran los ojos cuadrados de ver tanta TV, que se pelearan por los resultados y se gritaran los goles en la cara. Que corrieran por los pasillos y patearan sillones. Pero que todo fuera en su casa. Su hijo era un pequeño talento del que todos hablaban maravillas. Su amigo, un año y medio más chico, no solo pintaba igual de bueno: decían que era el máximo prodigio. "Es el mejor que vi", confesó alguna vez ella. Eran muy amigos, pese a la diferencia de edad.

Uno era más maduro, el otro un desfachatado. Uno quería volverse serio con el fútbol para llegar a ser profesional, el otro ya sabía que lo sería. Su talento le alcanzaba. Uno vivía en una famillia más bien asentada, con horarios, conductas y organización rutinaria y en paz. El otro se movía en una nube de turbulencias. Mala alimentación. Una casa en la que no siempre encontraba resguardo. Lo de él era dar vueltas por Medellín. Meterse en todos los partidos que pudiera. Y ser recibido por familias de compañeros que le abrían las puertas. Era muy querido.

James Rodríguez y Juanfer Quintero, símbolos de la magia colombiana en el partido ante Polonia, son amigos hace mucho tiempo. Son amigos de PlayStation. El ahora crack del Bayern Munich era la estrella del Pony Fútbol de Medellín. Todos hablaban de él cada vez que se ponía la camiseta de la Academia Tolimense, por el 2004. El actual mediocampista de River daba vueltas alrededor de todo lo que fuera fútbol y, pese a que era más chico, ya se destacaba entre los grandes. Unos años más tarde, ambos representarían a Envigado. 

El artículo sigue a continuación
Quintero James Rodríguez

Los dos eran chiquitos. Siempre de los más bajitos del plantel. Fueron sometidos a un tratamiento endocrinológico. “La droga para el crecimiento fue fundamental. Les colocaron hormonas y les hacían seguimiento por carpograma”, dijo a El Espectador el preparador físico de ambos en aquella época, Juan Carlos Grisales. James creció hasta 1,80. Juanfer se quedó en 1,67.

Desde el principio hubo una relación especial. Zurdos, talentosos, destinados a ser. Se encontraban adentro y afuera de la cancha. Se querían (se quieren) como hermanos. "A Pilar (mamá de James Rodríguez) le agradezco que me abriera las puertas de su casa desde que era un niño para estar con James, para jugar Play, para cuidarnos. Todo eso hoy se ve reflejado en la amistad que nos une a James y a mí", dijo Juanfer Quintero a Marca. Y agregó: "Es un amigo de toda la vida. Desde que entré al fútbol he sido muy cercano a él. Hablamos todo el tiempo. Nos damos consejos tanto en la vida como en el fútbol. Lo respeto, lo admiro, lo quiero. Siempre le deseo toda la suerte y el éxito. Que siga. Es una persona de admirar".

El 1 de marzo de 1995, Jaime Enrique Quintero salió del barrio el Socorro para presentarse en el Ejército Nacional. Iba en busca de la libreta militar con la idea de conseguir un empleo. Tenían un bebé de dos años. Ese día desapareció. Más de 20 años después, aún no hay una explicación sobre qué pasó. “Son dos décadas de búsqueda y de reclamarle al Estado que nos diga dónde está, 20 años navegando en el mar de impunidad”, dijo el año pasado Silvia, la tía de Juanfer.

La contención de los años de la infancia se volvió más difícil durante la adolescencia. James decidió partir a Argentina en busca de mejores oportunidades. En Banfield, sería su primer paso hacia una carrera dorada. A Juanfer le costó un poco más asentarse. De Envigado a Nacional. Y luego a Europa, pero a equipos menores. Muchos lo tildaron de poco profesional. Muchas veces su talento quedó en segundo plano.

El Mundial Rusia 2018 los encuentra en un momento de madurez ideal. Cada uno conoce su rol, saben lo que tienen que hacer y disfrutan. James y Juanfer son la bandera de la alegría colombiana. Como si estuvieran jugando un partido de Play de aquellos tiempos. Como si lo único importante fuera jugar al fútbol entre amigos.

Anuncios