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FC Barcelona: Camina o revienta

Ruben Uria BlogGoal

Escribir es meterse en problemas. Al lío. Sin anestesia. Triturado por el Bayern y golpeado por el orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser, el socio azulgrana sufrió. Queda un mundo, pero hoy su equipo está a años luz de los mejores. Que el Barcelona se limitase a ser el saco de los golpes de los bávaros fue frustrante. Lo peor sucedió fuera del césped. El discurso estuvo en las antípodas de la exigencia de la casa y del espíritu cruyffissta. Las palabras hirieron más que los goles. Después de completar el primer partido de Champions de su historia sin un remate entre los tres palos - sin Neuer en el arco el resultado habría sido el mismo-, hubo barra libre de excusas de mal pagador. Esto es lo que hay. No da para más. Tenemos lo que tenemos. Resignación. En el campo, propuesta de equipo pequeño. Fuera del campo, discurso de equipo aún más pequeño. La posesión, del Bayern. Los disparos a portería, del Bayern. Los goles, del Bayern. El fútbol, del Bayern. Lo demás, lo puso Ronald. 

Koeman, que se jacta de que el club tiene futuro gracias a él, tiró de homilía. 'Míster Excusas', autocrítica cero, desplegó sus evasivas. Habló de los lesionados, como se esperaba. Mencionó la enfermedad de Alba - se aplaude su compromiso-, titular por decisión de un entrenador que dice confiar en los jóvenes pero alineó a un veterano que no estaba al cien por cien y acabó lesionado. Habló de la ausencia de delanteros, pero no de los que salieron y a los que colocó a 30 metros del área. Habló de chicos de 18 años, pero los sacó a 15 minutos para el final y no les colocó de inicio. Dijo que su plantilla no da para más, pero nadie le preguntó cómo es posible que con De Jong, Busquets, Pedri o Memphis sea incapaz de disparar una sola vez entre palos. Y de pasada, habló de que preparó el partido para parar el juego del Bayern, apostando por un equipo reactivo, ignorando que el Barcelona, gane o pierda, está obligado a ser protagonista. Koeman dejó caer que no podía quejarse de la actitud y que su equipo lo intentó todo. Al otro lado, su colega Julian Nagelsmann, después de ganar 0-3  en el Camp Nou, decía que su equipo pudo haber estado mejor en algunos pasajes del partido. Koeman, lugares comunes y conformismo. Nagelsmann, exigencia y búsqueda de la perfección.

Todo hijo de vecina usa el nombre de Cruyff en vano. La verdad es que si Johan levantase la cabeza, no consentiría este disparate. En mayo, Laporta fue lapidario: “No puede pasar es lo que pasaba en estos últimos años, que se perdía y no pasaba nada. Con nosotros, perder tiene consecuencias”. Se sigue perdiendo, el equipo no levanta cabeza, ya no está Messi y el entrenador no encuentra soluciones poruqe forma parte del problema. Y lo peor es el irreparable daño moral de entragarse a la resignación y al conformismo, enemigos irreconciliables del paradigma Cruyff. Cuando Laporta llegó a la presidencia, muchos creímos - y seguimos creyendo- que las urnas servirían para darle al Barcelona un impulso institucional. Hoy el presidente tiene un marrón. Si Laporta es cruyffismo, que lo es, ni puede ni debe seguir sosteniendo a un entrenador cuya continuidad es un suicidio. No se trata de resultados, no se trata de plantilla, ni de finiquitos millonarios. Se trata de respetar la identidad del club y cumplir el deseo de los socios, los legítimos dueños del club. Este no es el equipo que quieren y merecen. 

Comportarse como un equipo pequeño y justificarlo con resignación es intolerable, porque es el primer paso para asumir la mediocridad. El camino pasa por encontrar un técnico que crea en la idea que hizo grande al club y siente las bases del futuro. Aferrarse a La Masia, apostar por los chicos de la casa y volver a creer lo que la historia ha enseñado: mejor fabricar Balones de Oro que comprarlos. El público perdonará una derrota, cinco o diez, pero aplaudirá si se respetan las esencias y si se sigue adelante con la idea de juego que hizo grande al club. Koeman tiene que irse y si continúa en el cargo, ya no será responsabilidad de Ronald, sino del presidente. Si el club quiere curarse, aunque sea a sustos, necesita cambios. Y con ellos, la marcha de los que venden conformismo y excusas de todo a cien. Nadie puede exigir que el Barça sea perfecto, pero sí que no siga renunciando a buscar la perfección, porque hace años la encontró. Barça, camina o revienta.

Rubén Uría

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