EDITORIAL
Correa empezó la pretemporada como una más, con las ganas de dejar la vitola de revulsivo perfecto y amenaza desde el banquillo para consolidarse como opción real. Sabía que no lo tenía fácil pues la plantilla del Atlético, de tres cuartos de cancha hacia delante, era excepcional. Además de Lemar y Vitolo con ganas de redimirse, un joven canterano como Riquelme dispuesto a comerse el mundo, un recién llegado como Saponjic y dos toros arriba como Costa y Morata había irrumpido un imberbe portugués de 19 años por el que se había pagado 126 millones y que había llegado para sustituir a Griezmann: Su nombre, Joao Félix.
Con todos esos nombres por delante Correa sabía que tenía que volver a pelear desde cero, como cada verano, pero de repente emergió una operación que desveló Goal, la de Rodrigo Moreno cuyo fichaje por el Atleti estaba hecho y solo quedaba ‘colocar’ al argentino en el Milan. Sin comerlo ni beberlo se veía fuera del equipo que ama, ese que según ha reiterado en muchas ocasiones salvó su vida y le permitió operarse del corazón en 2014.
Al final la operación se truncó por fortuna para el Atlético de Madrid y sus aficionados. Las lesiones de Costa, Morata y Joao Félix y sobre todo el buen hacer del argentino, ha hecho que Correa sea titular indiscutible en este equipo.
Ante el Villarreal lo demostró como mejor saber: peleando como siempre y marcando como nunca. Anotó su séptimo gol y regaló otro en un aniversario redondo, el 150 con la camiseta rojiblanca.
La afición rojiblanca sabe que Correa se ha convertido en el jugador que ha participado en más goles en la Liga (11, 5 tantos y 6 asistencias) y ha cambiado el runrún por su juego a veces desordenado en un estilete capaz de filtrar pases, volver loca a las defensas, marcar goles y hacer un trabajo sordo en ese lema de ser equipo. Con todo ello, se ha convertido en el quinto jugador con más partidos, un dato que alimenta la opinión de que hoy por hoy es indiscutible en el equipo de sus amores.
