Es una frase hecha, pero algo de cierto tiene: nunca un Boca – River es un amistoso. Sin embargo, la fecha extraña en la que cayó este amistoso, con el campeonato a una semana de haber comenzado y con varias bajas -al menos para el Xeneize- por la doble fecha de Eliminatorias no ayudó a que este Superclásico sea trascendente. Y Guillermo Barros Schelotto lo tomó como tal: un encuentro más para probar algunas variantes ante la lesión y la ausencia de varios futbolistas importantes.
Guillermo Sara regresó al arco, la zaga central se mantuvo, pero entraron Gino Peruzzi y Fernando Evangelista por los costados, Julián Chicco, un juvenil, jugó de volante central en soledad y, arriba, fue donde más rotó: sin Benedetto, en la Selección argentina, ni Bou, lesionado, Junior Benítez hizo las veces de centrodelantero y Cristian Espinoza y Agustín Bouzat fueron por las bandas.
A diferencia de Marcelo Gallardo, que mandó a lo mejor que tenía a la cancha, el Mellizo optó por darle la posibilidad de jugar a los futbolistas que no suman minutos cada fin de semana y, una vez más, se llevó un triunfo que le sirve para, primero, estirar el invicto, y, segundo, para asentar a un plantel que, si bien parecía que podía tener algunas fisuras en ciertos sectores, demostrar que responde en cualquier escenario.
Boca está de racha: la próxima semana deberá constatar su buen momento ante el siempre difícil Lanús y, luego, en un partido clave ante Gimnasia y Tiro para seguir con vida en la Copa Argentina, el único objetivo que tiene en este semestre. ¿La única preocupación? Los cortes de Goltz, el tirón de Espinoza y el mareo de Gago. Nada grave: el equipo está.
