"No evalúo dar un paso al costado". Cortito y al pie, Jorge Sampaoli despejó todas las dudas sobre su continuidad en la primera frase de su conferencia de prensa. Todo lo que vino después, fue un desfile de excusas y de explicaciones ampulosas para intentar justificar una eliminación sin atenuantes.
"Tuvimos poco tiempo en este proceso". "La gestión en el campo es de los jugadores, la gestión en la proyección es del entrenador". "Imaginamos que íbamos a llegar mucho más lejos de lo que lo hicimos, pero tocó esto y hay que asumirlo". "No es un fracaso, es una frustración porque venía con mucha ilusión al lugar donde estoy, me ilusionaba mucho con tratar de conmover a través de esa idea". "Estuvimos en cada detalle, hablamos de cada cosa que podía pasar durante el partido, pero esto fútbol y hay que estar dentro de la cancha". El contador de frases vacías podría seguir.
Lo que falló en analizar el entrenador fue que equivocó el planteo, no solo ante Francia, sino en al menos tres de los cuatro partidos del Mundial. Que no desarrolló al mejor Lionel Messi. Que no encontró el equipo ni la identidad. Que no pudo transmitirle a los jugadores su idea. Nada de todo esto fue explicado por el DT.
La historia hay que contarla completa. Nadie olvida los tres técnicos en cuatro años, la Comisión Normalizadora, la desatención a la Selección argentina a pesar de las tres finales, los descalabros organizativos y tantas otras aristas que hacen al fracaso. Dentro de todas ellas, es ineludible la responsabilidad de Sampaoli porque es trascendental: las equivocaciones anteriores no lo exculpan de sus propios errores.
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