Antonio Ubaldo Rattín modificó la historia del fútbol, y la sentencia no es exagerada: por él, por un episodio que protagonizó en el Mundial de 1966, jugando con la camiseta de Argentina, se inventaron las tarjetas en el deporte, y las mismas se empezaron a usar en la Copa del Mundo de 1970. Fue un cambio de reglamento que revolucionó la manera de jugar e interpretar los partidos.
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Hay que viajar hasta los cuartos de final del torneo disputado en Inglaterra para entender mejor esta historia. El seleccionado local se medía contra el conjunto celeste y blanco en el estadio de Wembley, con 90 mil espectadores. El capitán argentino, fastidiado por los fallos del árbitro alemán Rudolf Kreitlein, llegó a pedir un intérprete para poder comunicarse con el juez y trasladarle así su descontento con la mayoría de las medidas, pero el propio colegiado lo terminó expulsando, argumentando “violencia verbal” del futbolista y explicando luego que además lo había mirado “de forma malintencionada”.
¿Qué hizo entonces el histórico jugador de Boca? Al principio, se negó a salir del campo de juego, sin entender bien el pedido arbitral: permaneció hasta casi diez minutos, insistiendo por la presencia de un traductor, hasta que no tuvo más remedio que abandonar el partido.
El episodio, repleto de polémicas, generó nuevos planteos y, desde la FIFA, con el presidente (el inglés Sir Stanley Rous) a la cabeza, comenzaron a estudiar nuevas formas de comunicar resoluciones disciplinarias, sin la necesidad de los gestos y de los idiomas. ¿El resultado? El invento de la tarjeta amarilla y de la tarjeta roja para el Mundial de México 70. Allí, en tierra azteca, el árbitro alemán Kurt Tschenscher fue el primero en mostrar una cartulina: fue amonestado Evgeny Lovchev, futbolista de la Unión Soviética, en el encuentro inaugural contra el seleccionado local.
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