Está claro. Arturo Vidal es un futbolista polifuncional. Un mediocampista que se acomoda a la defensa y a las labores del bloque de ataque. Pero Ernesto Valverde, ante el exceso de faltas, le pidió posicionarse como centrodelantero y cumplir con los movimientos del 9, situación que no le quedó cómoda en la final de la octava Copa del Rey que se llevó el Valencia de Marcelino.
El conjunto culé venía de comerse un repaso táctico de Marcelino en el primer tiempo y Txingurri optó por el ingreso de Arturo Vidal -suplente contra todo pronóstico- y Malcom para la parte decisiva, con los que pudo controlar el trámite, sumar intensidad y arrinconar a los blancos en el Benito Villamarín. Con Piqué como el otro más adelantado, con Suárez en las tribunas.
Pero la falta de precisión del campeón de LaLiga se sumó a la solvencia de la línea de zagueros para aguantar el resultado por parte del que se llevó el último título de la temporada, y el chileno sufrió en la faceta de la finalización. El que se erigía como el golazo más postrero de la 18-19 de Lionel Messi se clavó en el palo y el ex Colo Colo lo tiró afuera en la insistencia.
El Barça, enterrado y desangrado
También tuvo otra chance que, pese a la posición de adelanto, igual se la amagó Gabriel Paulista, el de más prestancia. Y le rechazaron un zurdazo. No fue su noche: perdió la final, se quedó sin doblete (solo ganó Liga y la Supercopa local), discutió con Daniel Wass en un cruce polémico en el que le dejó puestos los toperoles, lo intentó por fuera incluso y como punta de lanza estuvo lejos de su nivel. Entre decepciones terminó un curso en el que se impregnó del ADN azulgrana y fue uno de los de más alto rendimiento. Por debajo de Arthur en la consideración sabatina, superó la propuesta del brasileño y comienza a alistarse para Copa América. A la que viaja un Rey sin la añorada Copa del Rey.
