Hace tres meses, muchos en Argentina se enteraban de la existencia de un club llamado Real Pilar, que militaba en la Primera D y que había dado uno de los mayores golpes de la historia de la Copa Argentina al eliminar a Vélez. Ese 7 de marzo era, lógicamente, el día más importante de una historia que apenas tiene dos años y un puñado de meses, hasta que llegó el 20 de junio, el empate 0-0 ante Liniers en la final del Reducido y, gracias a la victoria por 2-0 en la ida, el ansiado ascenso a la Primera C, la categoría más baja de las profesionales. O, al menos, de las que oficialmente lo son.
El club ubicado en la zona norte del Gran Buenos Aires, a 54 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue fundado hace apenas dos años, el 17 de febrero del 2017, con César Mansilla como presidente. Mansilla ya tenía experiencia en el fútbol como gerenciador del Club Fénix y vínculos políticos importantes: Mauricio Macri, Daniel Angelici y Claudio Tapia.
Más allá de que la influencia de estos tres poderosos personajes haya sido desmentida en repetidas ocasiones, llamó la atención que apenas tres meses después de su creación, el Comité Ejecutivo de AFA aprobó su afiliación directa, algo que no ocurría desde 1977 (en ese años se incluyó entre otros a Defensa y Justicia) y le permitía ingresar en la Primera D en lugar de hacerlo desde el Torneo Federal, donde por ejemplo quedó registrado Camioneros, el equipo de la familia Moyano y, por lo tanto, con lazo directo con el mandatario de AFA.
Real Pilar Fútbol Club, bautizado así por la simpatía de sus fundadores con Real Madrid, comenzó su participación en la categoría más baja del fútbol metropolitano y, en su primera temporada, finalizó 12º y cumplió el objetivo de no caer al último lugar, que años atrás significaba la desafiliación por un año. Ya a finales del 2018 logró su mayor éxito cuando alcanzó el segundo puesto de la tabla y le garantizó ingresar a la fase final de la Copa Argentina, en la que este 7 de marzo escribiría su página más gloriosa al derrotar 1-0 a Vélez en la cancha de Temperley.
Con mayoría del plantel original surgido en la Liga de Escobar y en intercountries, poco a poco se fue reforzando con jugadores de otros equipos de la categoría, actualmente amateur. Su estadio es el Carlos Barraza, con capacidad para 10 mil personas, muchísimas más de lo que representa la masa societaria.
Y llegó el tercer puesto en la temporada "regular" de la D, que le garantizó un lugar en el Reducido por el segundo ascenso, donde eliminó primero a Atlas, luego a Argentino de Rosario por penales y por último a Liniers, para desatar el gran festejo y comenzar la preparación para ratificar el vertiginoso crecimiento.
Pero este éxito deportivo no es ajeno a una discusión de total actualidad y que despierta enorme polémica: la introducción de las Sociedades Anónimas Deportivas en el fútbol, un viejo anhelo del Presidente de la Nación que buscará, una vez más, someterlo a discusión en calle Viamonte y en el Congreso. Casualmente (o no), en tiempos donde se señaló por esta cuestión a Defensa y Justicia, bajo a la tutela de Christian Bragarnik, una institución nacida en "cuna de oro" con tintes de SAD festeja una nueva victoria histórica.
