OPINIÓN
Estamos en pleno proceso de cambio y de modernización en el fútbol español. LaLiga y la RFEF han presentado, y puesto en marcha, distintas propuestas en los últimos meses, algunas más acertadas que otras, algunas más polémicas que otras. La implantación del VAR o la celebración de la Supercopa de España en Marruecos a partido único es un ejemplo del nuevo fútbol que está por venir, como el de celebrar un partido de LaLiga en Estados Unidos.
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Otras opciones para mejorar LaLiga parecen haberse olvidado por el ente organziador, y son menos costosas e igualmente de productivas en cuanto a imagen corporativa. Una de ellas es la de hacer que sea el vigente campeón el que abra la competición, como se hace en la Bundesliga o se venía realizando en los Mundiales hasta 2006, momento en el fue el anfitrión el responsable de arrancar la Copa del Mundo, algo lógico en temas de márketing.
El partido entre el Barcelona y Alavés de este sábado debería haberse celebrado el viernes, convirtiéndolo en el primer duelo del curso 2018-19. Incluso se podría haber realizado una pequeña puesta en escena con la que se presentara el campeonato, con una escueta ceremonia en la que se mostrara de nuevo el trofeo al público y se dejara acto seguido en el atril, como si simbólicamente supusiera que el título vuelve a ponerse en juego otro año más.
Este gesto de caballerosidad por parte de LaLiga con el actual campeón, en este caso el Barcelona, como el de entregar el título al campeón de Liga en el momento que lo sea y no esperar a la temporada pasada, son detalles que suman y dan una identidad a un campeonato que está en pleno proceso de metamorfosis, aunque a veces los detalles más sencillos pueden ser los cambios más significativos y agradecidos.
