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Iniesta, de simpatizar con el Real Madrid a escribir la historia del Barcelona


LA INTRAHISTORIA

Desde que Andrés Iniesta ingresó en la Masía, allá en 1996, el barcelonismo estuvo pendiente de él. Tras darse a conocer en el torneo de Brunete con solo doce años el Barcelona no tardó en constatar que se había hecho con un futbolista distinto, con alguien predestinado a realizar grandes cosas en el fútbol y, por ende, con la camiseta azulgrana. El manchego jamás decepcionó y hoy, cuando anunciará el adiós al club de su vida tras veintiún años años, lo hará exhibiendo el mayor palmarés que nunca logró un futbolista del Barcelona, con permiso de Leo Messi, que presenta sus mismos treinta y dos títulos contando la novena Liga, al caer.

Iniesta ya ha tomado su decisión de futuro

"Juega exactamente igual que cuando tenía doce años" suele decirme, entre risas, Albert Benaiges, uno de sus descubridores. Su fútbol sigue siendo el mismo que le hizo ingresar en el vivero azulgrana a pesar de que en su primera entrevista tras fichar por el Barcelona se declaró aficionado del Real Madrid en la Cadena SER. 

En eso sí ha cambiado. Hoy el de Fuentealbilla es más azulgrana que el escudo, cabría decir. De hecho, en una entrevista a TV3, ya consagrado como el gigantesco futbolista que sigue siendo, enseñó su casa en su pueblo natal, así como su piscina y el enorme escudo del Barcelona que descansa en el fondo, un peaje que cualquier invitado que quiera darse un chapuzón tiene que besar, tal y como él mismo ha admitido.

Iniesta es historia viva de un Barcelona que, a diferencia de lo que sucedió en los días en los que había que cerrar la incorporación de Messi, jamás dudó de él. El club no las tenía todas con el fichaje del rosarino por el coste de su tratamiento de crecimiento. Los avales de Carles Reixach y el bolsillo del antiguo ejecutivo Joan Lacueva evitaron que se marchara de vuelta a Rosario. Con Iniesta todo fue distinto. Porque a pesar de que tanto él como su familia simpatizaban más con el Real Madrid que con el Barcelona, la residencia de futbolistas del club azulgrana resultó decisiva a la hora de enviarle lejos de su casa.

Sufrió de lo lindo en sus inicios. Él mismo, un tipo familiar y sencillo, ha admitido que "lloraba cada noche" tras su incorporación pero se resistía una y otra vez a abandonar el club y el sueño de convertirse en jugador profesional. Han pasado veintiún años desde entonces y hoy anunciará su adiós a falta de cuatro partidos con el Barcelona. Los últimos cuatro de los casi setecientos que ha disputado en azulgrana. Hasta siempre, mago.

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