Colombia Femenina Olímpicos Río 2016RAPHAEL ALVES/AFP/Getty Images

El fútbol femenino colombiano, en alerta: acoso, desigualdad y maltrato

En Latinoamérica, la situación del fútbol femenino es alarmante: la mayoría de los equipos no son profesionales y las mujeres, que no cobran un salario por ser futbolistas, deben hacer un esfuerzo enorme para poder entrenarse, jugar y mantenerse económicamente. En mucho países, incluso, las chicas deben lavarse su propia ropa y comprarse sus elementos de trabajo o pagar (sí, pagar) para poder jugar en sus clubes.

Peor aún, en Colombia el presente del fútbol femenino es estremecedor. Hace algunos días las futbolistas de la Selección Isabella Echeverri y Melissa Ortiz publicaron un video en sus redes sociales en el que denunciaron, además de las pobres condiciones para jugar y entrenarse en el equipo nacional, acoso laboral y abuso de poder por parte de algunos directivos y de Felipe Taborda, quien fue el entrenador entre 2014 y 2016 y a quien acusan de armar una convocatoria paralela a la oficial por la que cobrara dinero a las futbolistas. Ante este mensaje público de dos referentes, otras futbolistas alzaron la voz e hicieron una denuncia mucho más grave: acoso sexual en divisiones juveniles.

Esta grave denuncia fue realizada por una jugadora -en ese entonces en la Selección Sub 17 y quien en ese momento era la fisioterapeuta- y fue hecha pública por la Liga contra el Silencio (un grupo de medios). La futbolista (ahora mayor de edad) acusó que ella y otras compañeras fueron victimas de acoso sexual por parte de Sigifredo Alonso Peña (a quien despidieron a mediados de 2018) y Didier Alfonso Luna. Luego de que esto fuera elevado a Fiscalía y de que aumentaran las quejas de otras jugadoras por el proceder en el equipo, la Federación Colombiana de Fútbol tomó una determinación: terminar con la Selección Mayor.

Álvaro González Alzate, presidente de Difútbol (División Aficionada de Fútbol Colombiano) y vicepresidente de la FCF, no sólo defendió a Taborda acerca de las denuncias de pedido de dinero por la convocatoria paralela sino que, además, trató a las jugadoras de mentirosas. "¿Cuál problema tiene un técnico si la Federación sólo tiene para convocar a 30 jugadores, porque supuestamente 30 son más que suficientes, y que él separe otro grupo de jugadoras que no son las titulares para poderlas ver? Yo lo que veo es un técnico con ganas de trabajar”, dijo y atacó a las chicas: "Estos problemas vienen a reventar después de un año o dos porque me imagino que presienten que no vamos a seguir manejando a partir de la fecha, mientras no sea necesario ni ordenado por la FIFA, selecciones femeninas de categoría mayores".

¿Por qué es posible que sucedan todos estos repudiables acontecimientos en el fútbol colombiano? Porque el fútbol femenino no es profesional. La falta de contratos y la informalidad con la que las mujeres juegan en tierras cafeteras permite que todo esto ocurra y que, por ahora, las únicas que paguen la pena sean las chicas de la Selección Mayor. "Cuando empecé mi proceso Sub 20, a mí no me convocaron. Yo voy y me muestro como una ‘jugadora invitada’ y tuve que pagar por el hotel y todas mis cosas para que me tuvieran en cuenta", contó Isabella Echeverri, hoy jugadora del Elpides Karditsas, de Grecia, quien además reveló las condiciones de desigualdad que viven las jugadoras en Colombia: se pagan sus propios vuelos para jugar en la Selección, utilizan ropa vieja y hasta les quisieron ¡vender sus propias camisetas!

¿Alguien podría imaginarse a James Rodríguez, a Falcao, a Mina o a Cuadrado pagando por sus propias camisetas? ¿Cómo reaccionaría la FCF si ellos fueran los que denunciaran acoso sexual y laboral? ¿Por qué las jugadoras deber atravesar estas situaciones por el sólo hecho de querer jugar al fútbol? Las chicas alzaron la voz y la Federación deberá dar respuestas. Mientras tanto, se quedan sin jugar.

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