Hinchada River Gimnasia Superliga 02122018Amilcar Orfali/Getty Images

Cuando se quiere, se puede: ante Gimnasia, en River hubo un operativo ejemplar

Si querés, podés. Y si no querés, también. Es cuestión de querer. O al menos lo es (y era) en cuanto al operativo de seguridad en el Monumental. Si se quería, podía hacerse bien. Sin corridas, sin piedrazos, sin suspensión y con un partido.

Y es que ocho días después de la agresión al micro del plantel de Boca, que provocó la primera postergación del Superclásico por la final de la Copa Libertadores, el operativo en River fue impecable, llamativamente ejemplar. En el ingreso del colectivo que trasladó a los jugadores del Lobo, que hizo el mismo recorrido que la delegación del Xeneize, hubo el doble de efectivos policiales, más de diez motos y ningún disturbio.

En el ingreso por la Avenida Udaondo, por donde entra la gente con localidades Sívori y Belgrano (el mismo por el que ingresa la prensa), hubo un control más, el doble de seguridad y de agentes que controlaban que cada hincha tuviera la entrada correcta. Tal es así que dicho ingreso al Antonio Vespucio Liberti les llevó a los fanáticos (y a la prensa), alrededor de 17 minutos, cuando el tiempo el sábado pasado fue de dos minutos.

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Lo que tampoco sucedió antes del partido contra Boca fue el pedido del DNI a cada ingresante: cuando la multitud empujaba, no había scanner ni pedido de cédula identificatoria. Esta vez, por supuesto, cada hincha tuvo que mostrar su documento de identidad para poder superar todos los cacheos.

El correctísimo operativo de seguridad que hubo el domingo en Núñez, inevitablemente, aumenta las sospechas y la desconfianza acerca de lo que ocurrió el sábado 24. ¿No se podían hacer las cosas bien esa tarde o no se quería? ¿Hubo negligencia o mala voluntad (o ambas)? ¿A quién o a quiénes les convenía que salieran las cosas mal en el partido contra Boca? Cabe recordar que después de lo ocurrido el Ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires renunció a su cargo y el Jefe de Gobierno aceptó su renuncia.

Por ahora, no hay respuestas ni detenidos. Tampoco hay responsables. Lo que sí hay, y en cantidad, son hinchas decepcionados, cansados, utilizados, tristemente acostumbrados a ser los únicos que pierden: pierden dinero, tiempo, la posibilidad de ver una final de Copa Libertadores contra el clásico rival. Y pierden, sobre todo, las  esperanzas de que, alguna vez, no sean ellos los que pierdan.

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