Barcelona chairman Josep Maria BartomeuAA

31 días después de Anfield, todo sigue igual en el Barcelona


EDITORIAL

Han pasado 31 días desde el naufragio de Anfield y el Barcelona vive como si no hubiera sucedido absolutamente nada relevante ni en la ciudad de The Beatles ni en Sevilla, donde días más tarde volvería a ofrecer la peor de sus versiones para perder, y a mucha honra, la final de la Copa del Rey ante el Valencia. Aquella noche se dijo que el presidente, Josep Maria Bartomeu, había agotado su paciencia y hasta que Ernesto Valverde había presentado la dimisión para evitar que le destituyeran. Todo falso. No pasó absolutamente nada y ni siquiera Pep Segura, artífice de una más que dudosa planificación que ha coartado las aspiraciones del equipo, ha visto peligrar su cargo.

No deja de ser curioso que la prensa afín señalara el hartazgo de Bartomeu y sus intenciones de cortar cabezas cuando, a la hora de la verdad, ni hay alternativas a Valverde y Segura, ni las hay a un modelo deportivo que pretendía ganar siete Copas de Europa este mes y que no ha logrado ni una, con ridículos estrepitosos como el de Anfield o el que protagonizó la sección de balonmano dejándose remontar una ventaja de siete goles en el primer partido de la Final Four.

A alguno lo de Anfield le parecerá un accidente pero no lo fue. El equipo venía de morder el polvo en Roma un año antes, donde a su vez ya iba avisado tras salir goleado en París y Turín. Ni así aprendió la lección. La plantilla ha envejecido, la base sigue siendo la misma que ganó el triplete en 2015 y ni se han renovado las posiciones ni lo ha hecho el juego ni los jugadores. El tiempo pasa y las decisiones quedan congeladas mientras se intenta contentar a una serie de futbolistas que, en su mayoría, ya no dan la talla en las citas más importantes.

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El conformismo es el primer paso hacia la mediocridad. El Barcelona quería recuperar la calma institucional para tomar decisiones con la cabeza fría y lo ha logrado. Sin embargo, más allá de la incorporación de Frenkie De Jong no tiene ante si mayores argumentos para ilusionar a la afición, a la que solo puede arrojarle nombres que generan división pues ni Antoine Griezmann ni Neymar Da Silva generan unanimidad. En primer lugar porque ninguno de los dos apuntalaría el equipo debido a que el problema del Barcelona es otro y, en segundo, porque se rieron del club en su momento.

Y en estas está el Barcelona, en incorporar jugadores que no necesita mientras busca compradores imposibles para sus descartes. Es todavía temprano y el mercado ni siquiera ha abierto. Pero el club catalán se presentará al 1 de julio con urgencias y sin haber hecho la más mínima autocrítica interna. Hoy, treinta días después de Anfield, todo sigue exactamente igual en el Camp Nou.

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