EDITORIAL
Pocos partidos se le han puesto tan de cara al Barcelona como la visita a La Rosaleda, donde la temporada pasada se dejó la Liga y en la presente llegó sin Leo Messi, que el sábado por la mañana fue padre por tercera vez y no viajó con el resto del equipo. Por una vez no hizo falta porque el cuadro andaluz apenas mantuvo la igualdad en el marcador durante quince minutos, los que tardó Luis Suárez en batir a Roberto Jiménez. A partir de ahí el partido salió a pedir de boca.
Philippe Coutinho puso el 0 a 2 al filo de la media hora después de aprovechar la asistencia de Ousmane Dembélé. Ambos jugadores vivieron un partido para reivindicarse y a pesar de que el francés siga siendo el futbolista a quien más se espera, ante el Málaga estuvo especialmente participativo, aunque notablemente impreciso en los últimos metros. Aun así logró dar un pase de gol y ganar confianza en los 85 minutos que estuvo sobre el terreno de juego.
Si la autoridad durante la primera media hora no era suficiente, el partido se adormeció todavía más después de que Samu García fuera expulsado por una dura entrada sobre Alba. Y a pesar de que el Málaga llegara con peligro en un par de ocasiones antes del descanso la segunda mitad estuvo dominada en todo momento por un Barcelona que se dedicó a tocar y a dar confianza a jugadores como Dembélé, Paulinho y André Gomes, que sustituyó a Sergi Roberto en el lateral derecho en el tramo final del encuentro.
Fue un test fácil antes de recibir al Chelsea a vida o muerte en la Champions League. Sin Messi ni Andrés Iniesta el Barcelona no sufrió ante el Málaga. El primero estará seguro el próximo miércoles pero el manchego, aun siendo duda, tiene muchos números de quedarse fuera. Tampoco estará Coutinho. Pero Dembélé y quien sabe si hasta André pueden ser titulares frente al campeón inglés. Porque el partido en La Rosaleda acabó siendo un "banco de pruebas" para el tridente de emergencia. Es la hora de la Champions League.
