marcelo real madrid champions league 060317Getty Images

Marcelo, el testarudo que nunca aprendió la palabra 'rendirse'

¿Cómo iba a decir 'basta, hasta aquí llegué? ¿De qué manera podría levantarse por la mañana y aceptar una derrota? ¿Qué sentido tendría todo? 

Le quedó la enseñanza de su abuelo, una idea de que a veces vale la pena arriesgar todo por un sueño, una convicción. Pedro no tenía dudas: era más importante que su nieto asistiera a los entrenamientos que su propio su trabajo, su coche, su licencia. Le había pasado una vez y no quería que se volviera a repetir: un día, el abuelo le dijo al nieto que no tenía dinero para que tomaran el bus hacia la práctica. Necesitaban 13 reales, tenían sólo dos. Marcelo tomó esa moneda, corrió hacia un bar y la apostó en una máquina de apuestas. Ganó 25 en un juego en el que debía elegir banderas de países que se movían para un lado y otro. Eligió Croacia porque Brasil le parecía demasiado obvia y España le sonaba raro.

A punto de jubilarse, Pedro dejó todo y vendió su vehículo para que Marcelo, un zurdo con enorme talento pero al que a esa altura le habían cerrado las puertas en algunos clubes, no faltara a ningún entrenamiento. El abuelo nunca más le dijo a su nieto que les faltaba dinero. Pero el nieto nunca olvidó.

Su abuelo era como su ángel de la guarda. Todo se lo contaba a él, no a su padre ni a su madre. "Era el único que sabía entenderme, se alegraba por mí y apuntaba todos los goles que hacía. Era una persona muy buena”, dijo Marcelo. Y agregó:  “Yo pienso, '¿cómo vas a vender un coche si no sabes si tu nieto va a ser un futbolista con 8-10 personas?' Eso ha sido para mí la prueba más fuerte. Mi infancia ha sido espectacular, no tenía todo lo que quería pero mi familia me ha dado todo lo que necesitaba".

 

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Empezó a jugar al fútbol sala con 4 años y a los 8 o 10 al fútbol playa, porque quería ser portero: “Me tiraba a la arena y no me dolía nada”. Comenzó a jugar en el Helénico. Cuando tenía 8, Fluminense le llamó y, tras un entrenamiento, le dijeron que no le querían porque “había otros mejores”. Así que volvió al Helénico y destacó otra vez. Le fichó Vasco da Gama, jugó allí un año y le dijeron después lo mismo que Fluminense. Volvió al Helénico.

Le llamó el Fluminense de nuevo y en dos años se incorporó al primer equipo. Cuando iba a fichar por el Real Madrid, había propuestas de CSKA de Moscú y de Sevilla. El Sevilla estaba casi cerrado porque el Fluminense firmó un acuerdo ya, pero el Madrid tenía interés también y Marcelo dijo que si eso era verdad se iba al Madrid.

El peor momento de sus 10 años en el Real Madrid: “Cuando tenía 18 años un directivo me llamó su despacho en el Bernabéu y fui solo. Me dijo que querían cederme a un equipo para que cogiese experiencia y que querían que volviese al año siguiente. Le dije que no me iba a mover del Madrid. Ese fue el peor momento porque sabía que el equipo no me necesitaba y tenía que coger experiencia, pero fue el momento en el que más fuerte he sido”, cuenta el propio Marcelo.

A los 29 años, no sólo se convirtió en uno de los jugadores más importantes del plantel si no que algunos hasta se animan a ubicarlo a la altura de Roberto Carlos. Aún hoy, su forma de jugar combina una extraña ambigüedad: tiene el talento de un jugador de esos que no necesitan marcar de más y el sacrificio de uno que entiende sus limitaciones. 

Como cuando corrió y soñó que una máquina le daría dinero para poder ir a entrenar. Como cuando le aseguró con la mirada a su abuelo que él cumpliría su parte. Como cuando regresó una y otra vez al Helénico. Como cuando insistió con el Fluminense. Como cuando le dijo al Real Madrid que no se movería de allí. 

Marcelo nunca supo decir 'me rindo'. 

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